Aquella tarde de abril era tranquila, y por lo menos no
llovía,
debía ser la primera vez en meses, que no
caía una gota de agua en todo el
día.
Decidí coger mi
bici y el cuaderno con mi
boli de la
inspiración, para poder escribir en paz, sola.
Empecé a
pedalear sin
cesar hasta que en el segundo camino, gire a la derecha para poder subir por la colina hasta llegar a la cima de la pequeña loma a la que iba cuando necesitaba
tranquilidad.
Desde
allí arriba
podía ver el mundo, me
sentía la reina del mundo; y no esta confusa o abrumada, todo lo contrario, estaba tranquila y
relajada. Era un muy buen
dia para escribir.
Oí un sonido a lo lejos, era el sonido de otra
bici. La ignore sin mas y
continué sumergida en mis pensamientos. Entonces, alguien toco mi hombro.
Allí estaba. Me quedé sin respiración. No podía creer lo que estaba viendo.
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